Vivimos una época en la que nos gusta tener todo al alcance de la mano pero no estamos dispuestos a pagar el precio que cuesta. Nuestra generación se queja del abuso e intrusismo que producen los nuevos medios tecnológicos pero a la vez, nos encanta publicar nuestra vida, o en su defecto, observar la vida de los demás.
En mi opinión, no tiene sentido que exista un debate por la herramienta de Google Street View, en el que se exponen temas tales como el derecho a la intimidad o la protección de datos, y que a la vez, existan ya 500 millones de usuarios en Facebook (red social que facilita la publicación de contenidos personales). Además, el morbo por conocer lo que hace el vecino, se incrementa día a día, y prueba de ello son la cantidad de reality shows y programas del corazón que existen, hoy día, en el medio televisivo.
Quizá nos asuste más lo que no controlamos (en este caso GSV) que lo que, en principio, controlamos (el caso de Facebook). Pero también cabe la posibilidad de que desconozcamos las consecuencias de la publicación activa de nuestra intimidad a través de redes sociales, porque ya se han dado casos de despido procedente gracias a información recogida en los perfiles personales de Facebook.
¿Somos recelosos a publicar nuestra intimidad o simplemente queremos conseguirlo todo sin pagar nada a cambio?
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